Me han llamado de la óptica para que fuese a recoger las gafas. Le he dicho a mi chica que me acompañase y no ha rechistado. Después de una semana sin salir de casa, seguro que estaba ansiosa por dar una vuelta. Y eso que se encontraba mal porque la he tenido que ir sujetando por el camino ¡La pobre no ha dicho ni media! ¡Seguro que para que no me enfadase! Cuando hemos llegado a la altura de la tienda donde nos conocimos, ha salido a saludarla la encargada y la ha hecho pasar dentro. A mí me ha mirado con cara de enfado. Evidentemente pensaría en lo desalmado que había sido en sacar a pasear a su amiga en aquellas condiciones. Por eso he dejado que entrase con ella en la tienda. Mientras tanto me he ido a buscar las gafas a la óptica ¡Qué diferencia!¡Ahora lo veo todo mucho mejor! He vuelto contentísimo a la tienda a buscarla, pero no la he encontrado. Había desaparecido. No me he atrevido a preguntar a la encargada porque me seguía mirando con cara de pocos amigos. Me he puesto muy triste y me he dado cuenta de lo enamorado que estaba de ella ¡Hasta los maniquíes de la tienda me la recordaban!
En un instante nacemos, en otro morimos. Resulta curioso que esos espacios breves de tiempo, fugitivos, frágiles y efímeros nos condicionen tanto la existencia que se conviertan en el título necesario de los capítulos de las historias que vivimos. Cuentos, leyendas, fábulas, intrigas, mentiras, traiciones, incomprensiones, odios, amores, enredos, sentimientos al fin, son los que modifican el rumbo del camino que sucede entre ellos, la Vida.
viernes, 10 de diciembre de 2010
La chica que me gusta (día cinco)
Me han llamado de la óptica para que fuese a recoger las gafas. Le he dicho a mi chica que me acompañase y no ha rechistado. Después de una semana sin salir de casa, seguro que estaba ansiosa por dar una vuelta. Y eso que se encontraba mal porque la he tenido que ir sujetando por el camino ¡La pobre no ha dicho ni media! ¡Seguro que para que no me enfadase! Cuando hemos llegado a la altura de la tienda donde nos conocimos, ha salido a saludarla la encargada y la ha hecho pasar dentro. A mí me ha mirado con cara de enfado. Evidentemente pensaría en lo desalmado que había sido en sacar a pasear a su amiga en aquellas condiciones. Por eso he dejado que entrase con ella en la tienda. Mientras tanto me he ido a buscar las gafas a la óptica ¡Qué diferencia!¡Ahora lo veo todo mucho mejor! He vuelto contentísimo a la tienda a buscarla, pero no la he encontrado. Había desaparecido. No me he atrevido a preguntar a la encargada porque me seguía mirando con cara de pocos amigos. Me he puesto muy triste y me he dado cuenta de lo enamorado que estaba de ella ¡Hasta los maniquíes de la tienda me la recordaban!
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5 comentarios:
Uuuyyy diria que el tema de visión empieza a ser problematico!!!!
Yo no sé si la bonita historia ha terminado o aún le queda el broche final, pero lo que sí me ha quedado claro es que para enamorarse ciegamente lo mejor es dejar las gafas en casa.
Para Oso cavernario, adentrándose en las cavernas oculares
Apelaría al refranero popular que es muy sabio. En esta ocasión traería este: "No hay más ciego que el que no quiere ver" ¿Qué te parece?
Para María, lo esencial no es invisible a los ojos
... y a lo que puedes aspirar es a darte un porrazo... Para enamorarse (¡¿qué te voy a decir yo a ti?!) son necesarios los seis sentidos ¡Ah! ¿Eran cinco? ¿Estás segura?
pues me parece que el autor también se lo debe aplicar
Para Oso cavernario, aconsejando
El autor,como leeras, es muy aplicado y con dos pares de gafas (y las lentes de contacto :P)
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