martes, 31 de mayo de 2011

Amantes (III)


A pesar de haber respondido a la invitación de Luis con tanta seguridad  Anna dudaba en ir o no a su casa. En su cabeza circulaban sin orden un sinfín de preguntas ¿Sospechará? ¿Pero qué ha de sospechar si lo nuestro con Luis acabó hace mucho? ¿Acabó? Si, por supuesto… creo. Bien tal vez sea una manera de encontrar respuestas ¿A qué? A que aún estoy enamorada de él. Qué barbaridad después de tanto tiempo no puede ser.

A las ocho tocó el timbre de la puerta. Abrió la puerta una mujer morena, con el pelo corto y unos profundos ojos oscuros contorneados en su base por unas ojeras que apenas había podido disimular. Una amplia sonrisa dejó al descubierto una cuidada dentadura blanca.

- Anna ¿verdad? –dijo la mujer ofreciendo las mejillas a Anna.
- Y tu debes ser Elena –respondió Anna brindando también las suyas.
- ¿Y quién si no? –rió abiertamente Elena- Ven entremos que Luis  está ‘estudiando’ con Andrés.

Pasaron al interior de la casa a la habitación del niño que estaba con su padre consultando unas cosas en el ordenador. Luis se acercó a Anna dándole un par de besos en las mejillas. A Anna le pareció que absorbía su perfume en la milésima de segundo que duró el contacto. Un niño, casi tan alto como la madre y su viva réplica, se acercó a ella dándole un par de besos.

-     Y este hombre debe ser Andrés ¿verdad? –se dirigió Anna a Andrés- Mira te he traído algo que me han dicho que te gusta –dijo sacando un paquete de su bolso ante la atenta mirada del muchacho.
-     ¡El libro de ‘Mister Cuadrado’! –dijo un alborozado Andrés abriendo los ojos como platos.- ¡Gracias!- abrazó el niño por segunda vez a Anna sin soltar el libro de sus manos. 

La cena transcurrió como transcurren todas esas cenas en que se encuentran dos viejos amigos que hace tiempo que no se ven: rememorando las anécdotas que les había proporcionaba tener una profesión en común, dejando un poco fuera de juego al tercer comensal, Elena, que hacía las preguntas de rutina  ¿cómo os conocisteis? ¿en qué obras trabajasteis juntos? Todas y cada una de las preguntas de Elena eran contestadas inmediatamente por Luis. Anna  únicamente corroboraba lo que explicaba Luis o ampliaba su explicación con hechos intrascendentes. Andrés loco por dejar aquella mesa y ponerse a leer su libro, acabó la cena en un suspiro ¿Me puedo ir a mi cuarto mamá? Da las buenas noches y vete, anda. 

-     ¿Y en todos estos años no habéis estado en contacto? ¿No sabíais el uno del otro?
-      Verás –esta vez fue  Anna la que respondió poniéndose muy seria- he tenido un novio muy celoso, agobiante. Me vigilaba a todas horas y controlaba todos los movimientos que hacía. Revisaba mi correspondencia. Los primeros meses no fueron así pero luego, afloró su verdadero carácter. Perdí todo contacto con mis amistades. No me dejaba hablar con ellos e incluso los amenazaba si se acercaban a mi. Cuando me sentí asfixiada, casi anulada,  lo abandoné sin decirle nada, ni dejar señas. Se que me persiguió durante un tiempo, luego contrató detectives. Tuve miedo y cambié varias veces de domicilio hasta hace un par de años que regresé a Barcelona cuando supe que se había matado en un accidente de coche –miró por el rabillo del ojo a Luis. Tuvo la sensación que asentía a la explicación.
-    Pues ya tenemos algo más que celebrar –dijo Elena rompiendo los segundos de silencio que siguieron a la explicación de Anna- Voy a buscar el champagne.

Anna notó como Luis fulminaba a Elena con la mirada. Hizo caso omiso. Al poco volvió de la cocina con una botella de Veuve Clicquot y tres copas. Brindaron. Luis casi ni lo probó.  Ya no era él quién hablaba, Elena fue la que tomó el relevo. Alegre, no paraba de reirse de sus propias anécdotas. Bebía una copa tras otra. Anna sonreía cortésmente y, de vez en cuando, observaba a Luis que había enmudecido y permanecía con el semblante serio. Anna se sintió incómoda en aquella situación. 

- ¡Es tardísimo!  -dijo Anna levantándose como un resorte- Tengo que irme, mañana me voy de gira quince días y aún no he preparado nada.

Si no es porque Luis la cogió del brazo, Elena no se hubiese podido incorporar de su asiento. Tambaleándose a duras penas pudo dirigirse a la puerta para despedir a Anna. Nos veremos en otra ocasión Anna. Por supuesto que si Elena.

- Te llamaré –susurró Luis en el oído de Anna sin que su mujer pudiera escucharlo.

Se encontró con cinco mensajes de Luis en el contestador. Quería verla. Quería estar con ella. Su voz sonaba desesperada, ansiosa. Acordaron verse la tarde siguiente. Y lo hicieron. Esos dos seres que tienen que amarse clandestinamente llenándose de besos y abrazos salen del alma mientras ellos hacen pequeñas pausas para mirarse a los ojos tanto tiempo cerrados. La misma habitación de hotel, la vieja cama sosteniendo el peso de sus cuerpos, disfrutando esa aventura, la pasión nuevamente despierta. Risas, palabras y dos bocas que se buscan hasta encontrarse. Las manos recorriendo territorios antes desconocidos, claman por seguir explorando sin reserva. Respiraciones que se agitan. Frases entrecortadas, incluso cursis que se pierden antes de llegar a las ventanas sin que puedan escapar. Anna parada frente a él, ofreciéndole su espalda. El roce de su cuerpo actúa como resorte que cierra sus ojos mientras los besos sobre el cuello comienzan a asentarse como tatuajes que pretenden perdurar hasta la eternidad. Luis acaricia sus caderas y se deleita con sus formas. La rodea por la cintura y la atrae hasta aprisionarla por completo luego, sube las manos hasta encontrarse con esos senos pequeños que piden ser acariciados. El deseo es concedido. Los botones de la blusa ceden fácilmente y la tela pronto queda olvidada en el suelo. Sus dedos continúan con la labor. La piel morena, muy suave, ofrece un calor que él desea gozar. Los tejanos caen hasta los tobillos y en ese momento Luis se separa para disfrutar la placentera imagen que ofrece un cuerpo desnudo. Anna enreda sus dedos en los vellos que cubren el pecho de Luis. Es como si le provocara curiosidad. Lentamente desciende la mano hasta el vientre donde la mata de vello se hace mas espesa. Enreda sus dedos nuevamente y comienza a sentir algo más. Él la mira con ternura y le ofrece sus labios a cambio de caricias. Ella acepta el trato al tiempo que siente su sexo mimado con suavidad. Ambos entran en el juego y se masturban mutuamente hasta lograr caricias encendidas. Los senos erguidos son una tentación para quien chupa y para quien desea ser chupada. Anna se ofrece a plenitud sin que Luis se atreva siquiera a sugerirlo.

Ambos se miran a los ojos mientras alcanzan juntos la cumbre de su placer. Anna se estremece y se agarra con fuerza a su cuello; Luis resiste un poco más (que son unos segundos en años de abandono) y logra llegar junto con ella en un viaje que ninguno de los dos quiere abandonar. Ambos quedan exhaustos bajo las sábanas en donde duermen abrazados, soñando él, en quedarse con ella hasta la eternidad; soñando ella, en continuar con el curso de su vida sin el compromiso de encontrarse atada a un hombre. ¿Pero dónde les llevaría de nuevo todo aquello?

 - ¿Bebe mucho? -preguntó Anna recostada al lado de su amante.
- Ha tenido una recaída -empezó explicando Luis- Desde la otra noche que viniste a cenar.    Empezó a beber más de la cuenta después de la operación que tuvo. Cuando nos dimos cuenta ya estaba fuera de control y buscamos ayuda de un médico. Logró superarlo hace cuatro años, pero la otra noche volvió... 
- ¿Y Andrés?
- Es un niño muy listo y alegre. Si no fuese por él no sé dónde ni como estaría Elena. Es su razón de ser y gracias a él pudo superarlo... 
- A él y a ti...

Desde aquel reencuentro se empezaron a ver cada semana y se prometieron no hablar nunca del futuro porque el suyo, su futuro, era el presente inmediato. Cuando descubrieron que las crisis de Elena con la bebida remitían cuando Anna los visitaba, se prometieron, Anna prometió que lo haría periódicamente. Lo pasaba mal en aquellas visitas porque, pensaba, que de alguna manera estaba traicionando a Andrés robándole a su padre y con ello destruyendo la frágil estructura familiar. Además Luis y Anna se prometieron no hacerse promesas.

Habían pasado cuatro años desde aquél reencuentro y la rutina de la aventura había hecho mella en Anna a pesar de las no promesas que le hizo a Luis. Aquella situación había acabado por agotarla y decidió ponerle fin.