Lo hemos intentado de nuevo y ha sido como el día anterior. Con una diferencia: he apagado la luz para aliviar las posibles tensiones del día anterior. La he desnudado –por cierto, una cosa buena que no os conté, no tiene un solo pelo en el cuerpo- y ella se dejaba hacer. La he tomado en brazos y tendido suavemente sobre la cama. En esa misma posición se ha quedado durante todo el rato a pesar de que mis manos –inexpertas, eso sí pero llenas de teoría del “Kamasutra”- buscaban los puntos de encendido de su cuerpo. No ha pestañeado ni reaccionado a mi orgasmo. Me empieza a preocupar ese silencio suyo, más que nada porque mis andanzas como funcionario no dan para más. Me he dado cuenta que en estos cuatro días no he parado de hablar de mí y no sé nada de la vida de ella ¡Qué egoísta soy! ¡La habré abrumado con mi verborrea!
En un instante nacemos, en otro morimos. Resulta curioso que esos espacios breves de tiempo, fugitivos, frágiles y efímeros nos condicionen tanto la existencia que se conviertan en el título necesario de los capítulos de las historias que vivimos. Cuentos, leyendas, fábulas, intrigas, mentiras, traiciones, incomprensiones, odios, amores, enredos, sentimientos al fin, son los que modifican el rumbo del camino que sucede entre ellos, la Vida.
jueves, 9 de diciembre de 2010
La chica que me gusta (día cuatro)
Lo hemos intentado de nuevo y ha sido como el día anterior. Con una diferencia: he apagado la luz para aliviar las posibles tensiones del día anterior. La he desnudado –por cierto, una cosa buena que no os conté, no tiene un solo pelo en el cuerpo- y ella se dejaba hacer. La he tomado en brazos y tendido suavemente sobre la cama. En esa misma posición se ha quedado durante todo el rato a pesar de que mis manos –inexpertas, eso sí pero llenas de teoría del “Kamasutra”- buscaban los puntos de encendido de su cuerpo. No ha pestañeado ni reaccionado a mi orgasmo. Me empieza a preocupar ese silencio suyo, más que nada porque mis andanzas como funcionario no dan para más. Me he dado cuenta que en estos cuatro días no he parado de hablar de mí y no sé nada de la vida de ella ¡Qué egoísta soy! ¡La habré abrumado con mi verborrea!
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