martes, 19 de abril de 2011

Disculpa para una desconocida que no llegará a leerla

(Se escucha "Ticket to ride"-Billete de vuelta- de The Beatles versionada por Carpenters, la mejor para mi)

Te sorprenderá  que te trate como desconocida habiéndote visto en varias ocasiones pero es que, a pesar de eso, sigues siendo para mí una extraña. Ese es el primer motivo y fundamental de mi disculpa, el no haberte  podido conocer a pesar de tus esfuerzos para que así fuese. Ha sido descortés por mi parte no corresponder a tus confidencias, a tu sinceridad, a tu descarnado atrevimiento con un poco, si quiera, interés por parte mía por ahondar en tus pensamientos, en tus sentimientos, en esa atracción tantas veces demostrada que sentías por mí. 

Lo siento tanto que escribo esta confesión haciéndola pública tratando de descargar con ello mi conciencia, haciendo testigo  al mundo de mi grosero proceder.  No sé si podré aquietarla porque sé que no la leerás: tu decepción te ha producido hartazgo, hartazgo de mí y te entiendo. Entiendo que el marcharme sin decir nada obligándote a un forzado silencio, satura el pensamiento en mil dudas que la simpleza de mi comportamiento no puede llegar a comprender. 

Lo siento, de veras, como también lamento el no haber contestado a tus correos llenos de preocupación por saber qué me había ocurrido. Sé que con un simple “Estoy bien” o respondiéndote el mensaje sin contenido hubieses tenido bastante, pero el orgullo y el aburrimiento que me producen las personas que conquisto, me lo impidieron. Ese mismo orgullo que interrumpió los “esemese” que contestaba a los tuyos llenos de ansiedad.  Quería que notases la indiferencia que tengo  hacia ti en vez de explicártela como lo hacen las personas que han pasado buenos momentos juntos. Ya te dije que soy algo primitivo en mis reacciones y opto por lo que me es más cómodo: largarme sin dar explicaciones. 

Sé que allí donde estés y aún no leyendo este escrito me perdonarás. Las personas como tú lo hacéis siempre a pesar del maltrato a que os someten. Esas personas que se asemejan a tiernos capullos como el que he visto crecer este fin de semana en mi jardín y que me recordó a tí: alegran  tanto que es una pena que se marchiten tan rápido. 

(Sin comentarios)