martes, 9 de noviembre de 2010

Amantes lejanos




Ambos están casados y son amantes desde hace poco menos de dos años. Aunque viven en ciudades distintas y tienen hijos se las arreglan para estar juntos cuando la clandestinidad se lo permite. En esos momentos disfrutan de la ventaja que supone el amor sin compromiso, la pasión sin límites, el estar juntos sin obligaciones. Es decir, los amantes disfrutan de un noviazgo sin fin. A los dos les gustaría bautizar su relación de alguna manera que no fuese con la palabra “amantes”, la encuentran demasiado vulgar y que no acaba de definir lo que son el uno para el otro.

En esas estaban cuando por una de aquellas casualidades de la vida, Él se enteró que Ella tenía otro amante. Después de unos momentos de incredulidad pasó a la fase de no comprender aquella situación tan rocambolesca. Era comprensible que ocultase a su marido que tenía un amante pero a éste ocultarle la existencia de otro como él, carecía de sentido. Por algo su relación estaba basada en la falta de compromiso y en darle a su enlace la sinceridad pasional que le faltaba en su matrimonio. Si había encontrado a otro, con decírselo había más que suficiente y nadie se reprocharía nada, pero mantener varias relaciones extraconyugales al mismo tiempo carecía de coherencia.

Enterarse de esa situación –negada por Ella cuando Él le ofreció la oportunidad de contárselo- facilitó encontrar la definición que buscaban para su relación. Bueno, en realidad la propuso Él al no saber en qué lugar de las preferencias de Ella se encontraba. Le dijo que tenían una especie de parentesco, pero un parentesco sobrevenido por el tálamo y el orgasmo. Así que, concluyó Él, no podemos alejarnos de la vulgaridad porque  en realidad somos unos amantes lejanos.