jueves, 2 de diciembre de 2010

El fulgor de un recuerdo



Era tal el resplandor que despedía aquella luz que deslumbró sus ojos y penetró hasta lo más profundo de sus entrañas iluminando las tinieblas en que se encontraban sumidas.

Huía del esplendor efímero por eso siempre cubría sus ojos de indiferencia. Una indolencia que le permitía sobrevivir en su abismo y no ahogarse en la superficie cuando alguna vez asomaba por allí. Pero el magnetismo que le provocaba el fulgor amenazó su condenada estabilidad arrastrándolo hasta su epicentro irremediablemente. Sin duda hubiese sido su final. Un final fundido en el calor de un magma de sentimientos. No le importaba pero antes tenía que conocer.

Sabía que era lo que había intuido. Una mirada. Una mirada que arrebató su conciencia de cuajo. Una sonrisa. Si, una sonrisa que interrumpió su caminar en la oscuridad. Era Ella, poseedora de una despiadada ternura quién al acercarse le decía, "Dime que soy tuya"

- Eres mía. Eres tu.
- Pídeme entonces lo que quieras.
- Quiero tu alma.

Ella solo quiso darle su cuerpo, lo mismo que quería de ÉL.


El cuerpo humano no es más que apariencia y esconde nuestra realidad. La realidad es el alma (Victor Hugo)