- Es un regalo tenerte por aquí.
- ¡Tú sí que eres un regalo!
- ¡Vaya! ¡Eso ha sonado algo sarcástico!
- ¡Nooooooo! Lo que pasa es que te regalas mucho. Matizo, a muchas.
- No es verdad.
- Tranquilo que no pasa nada. Es cuestión de conocerte, situarse y aceptarlo… o no.
- Y eso es lo que has estado haciendo estos meses. Podrías habérmelo dicho…
- ¿Y qué hubiese conseguido? ¿Más palabras bonitas que utilizas con todas? Lo siento pero me gusta sentirme especial y, sobre todo, única.
- Lo eres…
- ¡Que no sigas por ahí!
- Eres injusta.
- ¿Injusta? ¿Por qué? ¿por querer saber hasta dónde llegan tus palabras?
- ¿Y hasta dónde llegan?
- ¡¡A ti te lo voy a decir!! Estoy aquí ¿no? ¡Pues no pidas más que no hay más!
- Lo sé, lo sé. Lo acepto.
- ¡Mentiroso! No te va el papel de víctima.
- Ni a ti, que conste. Sabes perfectamente que no eres una más. Eres tú.
- Ya me lo demostraste aquella noche.
- ¿Otra ironía? ¿Tan mal fue?
- En absoluto, fue divertido, incluso romántico… pero permíteme que me ahorre ciertos detallitos que ya no vienen al caso. Eso me hizo ver que tu no me ibas a dar lo que yo estaba dispuesta a darte… y te di.
- No hubo tiempo. Necesitaba tiempo.
- ¿Tiempo? ¿Qué tiempo? Ya sabes lo que dicen los latinos: “tempus fugit”
- ¿Y tu vuelta?
- Me gusta leerte, polemizar, jugar con las palabras y provocar, como a ti. Aprovechemos lo que tenemos en común.
- Aprovechemos pues ¿cuándo nos vemos?
- ¡Eres incorregible!