jueves, 2 de junio de 2011

Amantes (IV)


-No has probado bocado- le dijo Anna a un Luis que no hacía más que dar vueltas a los raviolis con el tenedor.

-No quiero que me dejes Anna. Yo te quiero -Luis alzó la vista del plato y miró fijamente a Anna que puso cara de extrañeza- Si, sé porqué estamos aquí, sentados en esta mesa, en este restaurante y tu intentando encontrar las razones del porqué nos tenemos que separar…

-Yo también te quiero Luis, mucho más de lo que imaginas y de lo que yo pude llegar a imaginar… Lo sabes y en esta segunda oportunidad que nos hemos dado sé que siempre te querré…

-Pero –interrumpió Luis- sigo con Elena y con mi hijo ¿es eso, verdad?… Debo hacerlo, lo sabes…

-Y yo no te he pedido que hagas lo contrario, incluso he llegado a aceptar compartirte con ella porque lo único que he deseado es permanecer cerca de ti para quererte, pero tenemos que alejarnos, por el bien de tu familia. Elena sabe que somos amantes desde el primer día que crucé la puerta de tu casa. No le hizo falta mucho para adivinarlo, ni a mí tampoco saber lo que ella pensaba. Pero prefirió ignorarlo porque si se enfrentaba a ti te hubieses venido conmigo y eso significaba dinamitar lo que le aportaba mayor estabilidad, su familia. Así que prefirió refugiarse en la bebida y controlarme, controlarnos teniéndonos cerca…

-No entiendo entonces el porqué no bebe cuando estás en casa… Sólo aquella primera vez.

-Porque en esos momentos es cuando nos controla y te envía un mensaje a ti, inconscientemente, diciéndote: “Yo también puedo ser como ella, déjala y vuelve a mí”, igual que te envía un mensaje cuando se emborracha: “No puedo vivir sin ti. Te necesito” –Anna hizo una pausa para coger aliento intentando que la voz no se le quebrase- Por eso debemos dejarlo porque si seguimos acabará matándose… y ni tú, ni yo nos lo perdonaríamos- las lágrimas asomaron a los ojos de Anna sin control. Luis hizo ademán de cogerle la mano, pero ella se la retiró. Buscó el bolso lo abrió atropelladamente buscando unos ‘kleenex’. Unas fotos cayeron encima de la mesa. Luis reparó en una de ellas que tenía una imagen que le era familiar. Anna se percató de ello, pero cuando quiso recoger la foto era ya demasiado tarde, Luis la tenía en su mano y la miraba con extraña curiosidad.

-¿Anna cómo tienes tu una foto de esta niña del colegio? ¿De qué conoces a Luz, la mejor amiga de mi hijo? –preguntó Luis como si estuviese a punto de conocer una verdad que le pertenecía.

-Es mi hija…

-¡¿Tu hija?!... pero no me habías dicho…

-… nuestra hija, Luis… Luz es nuestra hija.